lunes, 15 de febrero de 2016

HIRIENDO SENSIBILIDADES

Viviendo en el extranjero compruebas que lo de Spain is different es una especie de estereotipo que no se aleja de la realidad. Por cultura, horario, gastronomía, diversidad lingüística, la pasión futbolística, etc. Somos un país con muchos rasgos atractivos y admirados por el resto de ciudadanos del mundo. Pero tenemos otros que no lo son tanto y provocan vergüenza ajena. Hablando de fútbol, ​​un espectáculo lucrativo, queda patente un problema cultural, y de educación, que raya en ciertos momentos la hipocresía y la ignorancia.

El fútbol es caro. Según un estudio publicado la semana anterior en varios medios (Noticia), y realizado por GoEuro y OneFootball, España se sitúa como el segundo país más caro del mundo, sólo superado por Inglaterra, en el precio de las entradas. 70 euros es lo que cuesta de media ir a ver un partido de fútbol. Es mucho dinero y más si tenemos en cuenta el poder adquisitivo de los españoles y la crisis económica que está sufriendo el país.

Esto hace que, si sumamos los tormentosos horarios determinados por las plataformas de TV propietarias de los derechos de retransmisión, se pueda llegar a entender la imagen de los estadios vacíos en la liga española. Pero este es otro problema, me atrevería a decir que secundario, si tenemos en cuenta los puntos de vista que trataré a continuación. El problema es la actitud detectada en ciertos espectadores que tienen la suerte de vivir en directo un partido, los que lo ven desde casa, y en algunos medios de comunicación que, lejos de su función pedagógica e informativa, no hacen más que añadir más polémica e incitar a la violencia. Lo que para algunos no es más que espectáculo y magia, para otros son provocaciones y humillaciones. Propaganda partidista.

Yo he sido futbolista amateur. Nunca he llegado lejos, pero me apasiona este deporte y tengo la suerte de ser socio abonado el Camp Nou. Diciendo esto, me quedo corto. Lo que estamos viviendo en los últimos 10 años es todo un privilegio. Un espectáculo que, según los expertos, es el mejor visto en toda la historia del fútbol. No es ninguna locura pues afirmar que los seguidores del Barça, en especial los socios abonados, y también los aficionados al fútbol cualesquiera que sean sus colores, son unos auténticos privilegiados de poder disfrutar de lo que está pasando.

El sentido de que una persona no abonada pague 70 euros por una entrada es tan simple como admirar, en vivo y en directo, a futbolistas extraordinarios que sean capaces de exhibir cualidades y prestaciones diferentes fuera de lo común. Quién paga este precio busca cosas como las que hace Messi, Cristiano Ronaldo, Iniesta, Modric, Neymar, Bale, Suárez, Coke, Isco, etc. Detalles preciosos que consigan hacernos levantar de la silla y justifiquen, en parte, los precios abusivos de las entradas.

La gente paga por ver espectáculo, goles, sombreros, driblins, combinaciones, ocasiones, e incluso, defensas nobles y elegantes a la vez de destruir el juego rival. Yo no pagaría en mi vida 70 euros para ver a un jugador incapaz de hacer nada de provecho con los pies más allá de tumbar, y agredir, al contrario para detenerlo. Y mucho menos como muestra de impotencia ante los magos del fútbol. Nunca en la vida, si quiero ver golpes, iré a ver un combate de boxeo o cualquier otra deporte de lucha.

Pero parece ser que en España somos diferentes. Aplaudimos al jugador agresivo, lo celebramos, e incluso, cantamos su nombre con más fuerza si ha conseguido hacer daño a la estrella rival. Y en cambio, silbamos, criticamos y condenamos a los artistas. Simplemente porque llevan una camiseta diferente a la de los nuestros. Si Neymar o Messi inventan, hablamos de provocación, de violencia futbolística y de humillación. Cuando deberíamos sentirnos afortunados de disfrutar de estas estrellas y apreciar los detalles de calidad. Incluso si juegan en el equipo rival. Si el defensor, o el que quiere destruir el juego atacante, provoca verbalmente y con violencia, nos parece normal y justificado.

Neymar, y el resto de cracks, responden a estas actitudes con lo mejor que saben hacer, jugar al fútbol. De manera diferente, original, creativa, mágica. Habrá voces que defienden que estas cosas deben hacerse con el resultado ajustado. A mí no me gustaría del todo. A los aficionados y compañeros, y al entrenador, no les haría ninguna gracia correr riesgos con el partido abierto. Los experimentos se hacen con gaseosa, y las frivolidades también. Con el marcador justo, y con el partido sin sentenciar, hay que apostar por la solución segura. A partir de aquí, que me deleiten, que me maravilla, y que me justifiquen los 70 euros, el abono, y la suscripción a la plataforma de TV.

La prensa no hace más que meter leña al fuego, cuando debería hacer entender este punto de vista. Adoctrinados por quienes los subvencionan, hacen toda una demostración de falta de objetividad y de imparcialidad. Todo vale para atacar y desestabilizar al rival. Nos encantamos con una lambretta hecha por Douglas Costa (@douglascosta), jugador del FC Bayern, y montamos un escándalo nacional cuando lo hace Neymar. Hablamos de provocación cuando Messi y Suárez nos deslumbran de magia y originalidad a la hora de ejecutar un penal, en cambio todos recordamos como obra maestra el caso de Cruyff y Olsen. Acciones de magia que, de repente, hieren sensibilidades.

Pero debemos ser sinceros, ¿qué podemos esperar de un país que ve como obra de arte, lo que es considerado como una tortura animal para el resto del mundo, la tauromaquia? ¿Qué podemos esperar de un país que critica un jugador, Samuel Eto'o, para intentar abandonar un estadio por insultos racistas? ¿Qué podemos esperar de un país que condena Dani Alves para comer un plátano lanzado por el público en muestra de rechazo al racismo? ¿Qué podemos esperar de un país que no sabe disfrutar de la belleza y la plasticidad de nuestros artistas del deporte rey? ¿Qué podemos esperar de un país donde todo cambia dependiendo de la afinidad con el autor de los hechos? ¿Qué podemos esperar de un país donde la falta de creatividad, de educación y cultura nos lleva a crear polémicas absurdas sin importar las consecuencias? ¿Qué podemos esperar de una prensa madridista que tacha Neymar como provocador y evasor de impuestos mientras suspiran con ponerle la camiseta del Madrid?

Parece ser que lo único que podemos esperar es eso, gente dispuesta a pagar 70 euros a cambio de sangre en vez de sudor, esfuerzo y fútbol. Yo pago anualmente cerca de 400 euros para poder disfrutar de la magia mi equipo y de sus integrantes, ahora por motivos laborales lo hago desde la distancia, pero sabré reconocer los méritos del rival. El arte es para disfrutar, para conservarlo, para protegerlo. Y en España parece que el deporte nacional sea proteger el maltrato y la violencia por una parte, y el uso del poder mediático para descalificar y desestabilizar al rival. Se tenga o no tenga razón. Muchos dicen que al principio hacían gracia y ahora ya empiezan a cansar. FALSO. A mí, personalmente, no me ha hecho gracia nunca. He sentido pena y vergüenza ajena, y eso es lo que realmente hiere sensibilidades.



"El arte es lo que resiste. Resiste a la muerte, a la servidumbre, la infamia y la vergüenza ". (Giles Deleuze)

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